Los sucesos de ayer han conmocionado a la opinión pública
europea. Un sujeto, a la salida de un restaurante McDonald’s, la emprendió a
tiros con todo el que se encontraba al alcance de su pistola. Inmediatamente,
como sucedió durante nuestro 11-M, un ir y venir de noticias falsas, en el que
se vio implicado la propia policía muniquesa, hizo que se aplicara un estado de
excepción en la ciudad. Este suceso nos debería hacer reflexionar sobre el
peligro y la vulnerabilidad de nuestras sociedades en las que la información
sin contrastar hace que se genere un verdadero estado de alarma social que se
retroalimenta con la violencia que lo provoca. El principal perfil del moderno
terrorismo es su vertiente informativa global.
Fue vergonzoso ver a periodistas preguntando a testigos
directos sobre lo que estaba pasando en Múnich, en una práctica frívola de la
información cercana a la televisión basura; aparecían muchos testigos que eran
siempre gente que no tenía ni idea de lo que había sucedido. Fue vergonzoso
presenciar cómo desde la DW a la BBC todas las televisiones hablaban de 3
terroristas, de tiroteos con armas largas en tres lugares de la ciudad hasta el
punto de que fuera activado el grupo de élite GSG9. Finalmente se trató de un
único “terrorista” que no lo sea posiblemente más allá de lo que una persona
normal perturbada pueda serlo, el cual, tras tirotear a los transeúntes y
permanecer en la terraza del edificio gritando sin que nadie lo abatiera, acabó
suicidándose mientras la policía iba y venía incomodada por los periodistas, en
busca de varios supuestos autores que habrían actuado de forma coordinada como sucedió en
el ataque de Bataclan.
Lamentablemente, nunca llegaremos a entender qué es el
terrorismo yihadista si pretendemos reducirlo todo a categorías comprensibles y
previsibles que nos puedan hacer creer que estamos seguros. No lo estaremos.
Se habla de la peligrosidad de los terroristas retornados.
Potencialmente, todos los musulmanes que hayan ido a combatir con el Estado
Islámico (EI), son sujetos que hay que controlar, porque vuelven formados para
la acción y dentro de los círculos radicales gozan de una fama especial que los
convertiría en peligrosos líderes. Siendo esto verdad, conviene dejar claro que
los islamistas detenidos en España se radicalizaron en nuestro propio país y
que los autores de los atentados de París, Bélgica y Niza están muy lejos de
ajustarse al perfil de un combatiente retornado.
Oriente medio es un avispero en el que pugnan Irán y Arabia
Saudí, apoyando chiíes y sunníes. Arabia y los emiratos prestan apoyo al EI
para contrarrestar la pujanza chií en Mesopotamia, con la anuencia de Turquía
en pleno proceso involutivo contra las ideas aperturistas del clérigo Gülem.
En este contexto, donde Rusia tiene intereses geoestratégicos de gran importancia, hay que entender el
auge del Da’esh que había ocupado casi toda Siria en su parte desértica pero
que ha sido frenado en la zona poblada por el ejército de Assad, el cual había sido antes objeto
de ataque por la oposición armada por occidente, la cual se pasó con armas y
pertrechos a las filas del Da’esh (EI), como sucedió hace años en Afganistán o
más recientemente en Libia.
Hacer una mezcla entre lo que sucede en Siria (y levante,
que es como llaman a la zona mesopotámica) con la intervención de voluntarios
originarios de los países europeos y el terrorismo reciente, nos lleva a
realizar unas afirmaciones referidas en otras entradas a este blog, las cuales, simplificadas, podrían ser las siguientes:
a)
Los ataques terroristas de los últimos meses no
han sido perpetrados por sujetos que se ajusten al perfil de retornados. Sólo
hubo un contacto en algún caso, con Yemen.
b)
Los autores de los hechos son generalmente europeos
de nacimiento que, en muchos casos, antes fueron delincuentes, hecho que debe
ser tenido en cuenta para comprender que el barniz islamista pudiera cubrir
meras conductas delictivas.
c)
Los autores del 11-M no eran españoles y
respondían, en cambio, tanto a perfiles marginales como universitarios. Tampoco parece que tuvieran experiencia militar previa, aunque entonces no existía el Da'esh. Esta afirmación hay que tomarla con cautela, pues quiénes y cuántos participaron en los atentados de Madrid es algo que no está clarificado totalmente.
d)
La conducta radical de atentar contra la
colectividad mediante un acto terrorista seguido del suicidio es una conducta
que se produce en sujetos que por distintos mecanismos aceptan la inmolación.
Es una conducta extraña para personas comunes pero repetida frecuentemente a lo
largo de la historia. No ha sido general a lo largo de la historia musulmana,
pues el canon prohíbe el suicidio, siendo solo aceptada recientemente en el
marco de la guerra asimétrica contra Israel y las potencias occidentales.
e)
El actual yihadismo radical está asociado a la
descolonización, la creación de países artificiales por potencias coloniales
tras la primera Guerra Mundial y la instauración en los mismos de regímenes que
recibieron desde entonces la oposición religiosa-política (ambas cosas son allí
lo mismo) de movimientos pietistas que declararon que sus gobernantes eran
apóstatas, siendo desde entonces legítima la violencia contra los mismos. El
primer movimiento matriz de otros posteriores más decididamente violentos fue
el de los Hermanos Musulmanes.
f)
Actualmente se vive el mismo proceso pietista de
reislamización expresado en el párrafo anterior por distintos movimientos
revivalistas (salafistas) que tienen su expresión masiva en el Yammat al Tabligh, formado por muchos millones
de seguidores de entre los que surgen personajes radicales y violentos en
algunos casos. Este movimiento de predicadores es una reislamización que viene
sobre la primera ola de principios del pasado siglo relacionada con los
Hermanos Musulmanes.
g)
El pensamiento islamista radical se expresa no
en una estructura eclesiástica-académica como sucede con las iglesias
cristianas, sino en una constelación de corrientes transversales en las que se
mezclan y se toleran distintas interpretaciones del canon en las que la
violencia no es algo perseguido pero tampoco excluible a priori.
h)
Los radicales detenidos en España lo han sido
por proselitismo o visitas de webs o direcciones yihadistas. Estas detenciones
han tenido una naturaleza preventiva y mediática, por lo que posiblemente no
pasarán en muchos casos de eso, pues la seguridad aconseja no esperar a obtener
demasiadas pruebas para consolidar la detención, pero una detención sin
suficientes pruebas, como mucho, lo que consigue es quitar de la circulación a
algunos elementos durante un corto tiempo (y difundir la imagen de eficacia
policial y política).
i)
El fenómeno yihadista francés está asociado al
fracaso del liceo para encauzar a los musulmanes de tercera generación al sistema;
este fracaso de la educación como mecanismo de homogeneización e integración en
un país como Francia con políticos de origen español, griego o húngaro ha sido
ineficaz respecto de una amplia capa del sustrato musulmán, donde los valores
morales para mover a la integración social no tienen la misma vigencia que
entre los sectores inmigrantes de origen occidental.
Por todo lo anterior, no puede simplificarse el fenómeno del
terrorismo yihadista a unos perfiles predefinidos dentro de los que hay que
encajar a todos los sujetos, recurriendo al perfil del “lobo solitario” para
definir a autores de los que, simplemente, no se tiene información, se oculta
su mera marginalidad o sus dolencias para intentar explicar desde la óptica
occidental de un ciudadano medio integrado lo que no resulta comprensible.
Prueba de todo lo anterior es el lamentable espectáculo de
la policía muniquesa difundiendo por las redes información contradictoria, sin
contrastar, provocando alarma social, recurriendo a la reacción extrema y
presuponiendo que el atentado de ayer tarde era una acción ejecutada por varios
sujetos al estilo de la acción coordinada del Bataclan.
Tan lamentable como eso es el triste espectáculo que el
gobierno francés está protagonizando con el municipio de Niza, tras la
publicación de informaciones en los periódicos Liberation y Le canard, donde se
establece que la Policía Nacional no estaba en el lugar del atentado durante el
mismo, siendo solo una patrulla de la Policía Municipal la que se encontraba al
principio de la zona peatonal, todo ello unido a reproches oportunistas
referidos a que las fuerzas de la Policía Nacional estaban en París o cubriendo
el Tour, ambos previsibles objetivos yihadistas, por lo demás.
En occidente sólo nos miramos el ombligo. No somos sensibles
a las masacres de musulmanes por los radicales que ahora están empezando a
actuar en Europa. Tampoco comprendemos que sea a nosotros a los que ataquen;
como si este tipo de acciones no tuvieran una lógica comprensible al ciudadano
medio europeo bienpensante. Nadie sabe que se vienen produciendo atropellos de
peatones en Israel de forma sistemática, o que se usan cuchillos para atentar
en aquella zona, donde la violencia religiosa tiene unos tintes políticos
distintos que hacen que no entendamos la violencia que se viene sobre nosotros.
Sucede que occidente no está preparado para asimilar la
violencia, pues en estas sociedades acomodaticias y sobreinformadas, todo tiene
un eco desmedido que es lo que las hace tan sensibles y, al tiempo, tan
vulnerables. Esto es así de forma que, sin tener conocimientos sobre hechos o
técnicas, en los medios aparecen informaciones erróneas, apresurándose todo el
mundo a cumplir con su obligación de explicarse declarando públicamente
detalles peligrosos como sucedió en nuestro 11-M durante el cual los medios
iban por delante del propio ministro, o anoche en Múnich, donde la propia policía iba a la zaga de las redes sociales. Todo esto ha sido así tanto como
el actual debate en Francia sobre si debiera haberse colocado una contención de
hormigón para que el camión de Niza no hubiera podido acceder al paseo peatonal
e impedir así la carnicería y si en su lugar se hubieran colocado, que parece que no, dos coches de la Policía Nacional para hacer de barrera, los cuales no habrían hecho más que obligar al camión a subirse por la acera antes de envestir a la gente. También en el país vecino, en estado de schock, los habitantes de Niza abuchearon a Valls porque en la planificación de la seguridad los recursos en el lugar del atentado fueron escasos ya que, además, no se cumplió con la obligación de inspeccionar bolsos y mochilas e identificar sospechosos en el lugar del disparo de los fuegos artificiales, como si esto fuera posible o si, en este caso, hubiera servido para algo. Este debate de Francia, que se pretende zanjar con una
comisión de investigación impulsada por Hollande, explica que no se está
entendiendo nada en relación a este tipo de acciones sobre “blancos blandos”,
como se llama al ciudadano que pasea con su hijo y es muerto, al tiempo que se
difunden las imágenes para conseguir el terror de una opinión pública que no
quiere saber nada de la violencia, como si no fuera algo real que afrontar.
¿Pondremos un policía en cada autobús? ¿Habrá vigilancia en
las iglesias durante las funciones religiosas? ¿Pondremos contenciones para
evitar atropellos en las marquesinas de los autobuses? ¿Habrá detectores de
metales en los McDonald’s? ¿Tendremos que poner vigilancia en los depósitos de
agua? ¿Iremos al cine bajo vigilancia armada? ¿Cortaremos las calles para no dejar pasar ni al camión de la basura? ¿Sirve de mucho un policía en Atocha equipado con un G36 o un CETME para un eventual enfrentamiento con algún sujeto armado en un anden donde trasbordan los pasajeros? ¿Es eso prevenir, aparentar o asustar? Todas estas preguntas nos conducen
al estado primigenio de la legítima defensa, pues el Estado no puede en todas
las circunstancias garantizar nuestra seguridad. Ni siquiera la fuerza pública
tiene clara su habilitación para proteger a la ciudadanía, como se entiende en
las limitaciones a que la propia policía municipal francesa porte armas, al
miedo o impericia de los agentes que abatieron al terrorista demente de Niza,
quienes no fueron capaces de alcanzar con sus disparos al camión (o no se atrevieron) en un
primer momento sino sólo tras disparar muchos cargadores sobre el parabrisas en
tiradas erráticas y totalmente fallidas que concluyeron con un tiroteo
histérico cuando el conductor estaba ya bien muerto. Tras el atentado del Bataclan se ha autorizado a los policías a portar su arma fuera de servicio (lo que en España nos llena de extrañeza, pues esa prevención está unida a la licencia de armas) y se ha armado a muchas policías municipales (lo que en España se ha hecho arrastrando reglamentariamente una desconfianza del Gobierno hacia la Administración Local incomprensible, que obliga a los agentes a portar sólo armas cortas en un país de cazadores o se les limita arbitrariamente el lote de munición para entrenar, lo que no existe en el caso de tiradores deportivos que no tienen, obviamente, la responsabilidad de preservar la seguridad de los demás).
¿Qué hubiera pasado si el que tenía una cámara para grabar
el asesinato del policía caído en el asalto del Charlie Hebdo hubiera tenido un rifle de caza y hubiera
abatido a los terroristas? ¿Se habrían evitado muertos si, ayer tarde, en vez
de grabar al terrorista en una terraza largamente lo hubiera abatido un vecino
desde un balcón? ¿Y si el terrorista llevara un chaleco antibalas, de los que se pueden comprar libremente, al enfrentarse con policías que solo llevaban pistolas y subfusiles incapaces de atravesar dicha prenda? Todas estas posibles limitaciones operativas policiales se explican solo si admitimos que no estamos preparados para enfrentar este tipo de contingencias.
Nos repugna pensar todo esto; para eso está la policía y el Estado con su monopolio de la fuerza. Lo malo es que quienes así actúan ni siquiera se plantean estos principios; estas acciones se van a volver a repetir sin ninguna duda; habrá muchos más muertos muchas más veces y estas acciones se retroalimentarán con la sobreexposición mediática y la instrumentalización política, especialmente en momentos de cercanía electoral (recordemos nuestro 11-M) y en países con fuerzas extremistas que se autojustificarán para consolidar planteamientos xenófobos y nacionalistas, ya que, insistimos, nuestra sociedad necesita respuestas sencillas para fenómenos muy complejos en una sociedad globalizada.
Nos repugna pensar todo esto; para eso está la policía y el Estado con su monopolio de la fuerza. Lo malo es que quienes así actúan ni siquiera se plantean estos principios; estas acciones se van a volver a repetir sin ninguna duda; habrá muchos más muertos muchas más veces y estas acciones se retroalimentarán con la sobreexposición mediática y la instrumentalización política, especialmente en momentos de cercanía electoral (recordemos nuestro 11-M) y en países con fuerzas extremistas que se autojustificarán para consolidar planteamientos xenófobos y nacionalistas, ya que, insistimos, nuestra sociedad necesita respuestas sencillas para fenómenos muy complejos en una sociedad globalizada.